Salsa boloñesa. Hacemos un sofrito o estofado de carne picada con cebolla, ajo, un poco de vino y un toque de orégano (o de albahaca). Vertemos la salsa de tomate en el mismo recipiente y dejamos que termine de cocinarse todo junto. Obtendremos una salsa enriquecida y potente, idónea para platos de pasta con recovecos (macarrones, tiburones, etc.), que se llenarán con esta salsa guarnecida.
Salsa napolitana (Foto). Añadimos orégano y cebolla cocinada (y en trocitos) a la salsa de tomate. Así conseguiremos una combinación fina, elegante y aromática que se adhiere muy bien a la pasta; en especial, a los espaguetis y tallarines.
Salsa puttanesca. La elaboramos al añadir a la salsa de tomate una mezcla de anchoa en conserva, ajo picado, aceitunas negras sin hueso y unas alcaparras, todo ello cortado muy pequeño. Conseguiremos una combinación exquisita que podemos emplear en todo tipo de recetas con salsa de tomate, desde pescado y carne hasta platos de pasta, por supuesto. Sin embargo, donde mejor lucirá es en las pizzas y los panninis.
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