En el siglo XIX, la cocina era el taller del hogar, el espacio por excelencia del trabajo doméstico,
en ella se preparaba la comida y era también el centro de limpieza. Al mismo tiempo, la cocina era el sitio de sujeción femenina.En esa época las mujeres eran amas de casa.
Dónde se ubicaban las cocinas
Hasta fines del siglo XIX la cocina ocupó un extremo de la vivienda, pero por diversas razones. En la vivienda burguesa, esta estancia era considerada como un lugar lleno de humos, olores agrios y ocupado por un horno cuyo calor afectaba la blancura del cutis, por eso solía contar con una puerta de servicio. En la vivienda obrera, en cambio, era el único ambiente templado de la casa, lo que propiciaba que fuera el centro de vida.
La necesidad de abaratar los costos de las construcciones, por la longitud de las tuberías que desembocan en el pozo ciego, por ejemplo, llevaba, muchas veces, a situarla incluso en el fondo del terreno, fuera de la planta de la vivienda. No fue sino hasta las últimas décadas de ese siglo que, de la mano de los higienistas, la cocina volvió a ocupar un lugar relevante en las discusiones sobre el diseño de las viviendas.
La ciencia avanza
En el siglo XIX, los hornos se vuelven más complejos, se descubren nuevas fuentes de energía y dejan de alimentarse con carbón vegetal o leña para empezar a alimentarse con gas. Además, si bien se sigue manteniendo la costumbre de tener a la cocina separada del resto de la casa, ya no se ubica en un edificio aparte.
Con la revolución industrial y los adelantos tecnológicos surge una inmensa cantidad de nuevos y revolucionarios (para la época) utensilios de cocina: batidoras manuales, balanzas, escurridores, sartenes y ollas más livianas, tarros herméticos, etc. que van a agilizar considerablemente el trabajo.
Las hermanas Catherine Beecher y Harriet Beecher Stowe, con su libro The American Woman's Home, fueron pioneras en la planificación de la llamada cocina científica y crearon lo que denominaron "la cocina modelo", recomendando áreas de trabajo específicas para la preparación y limpieza de los alimentos, con espacios ergonómicos y prácticos para el almacenamiento de los alimentos y los utensilios modernos de la época (armarios empotrados y estantes).
La estufa eléctrica
La base sobre la que se funda la cocina eléctrica está ligada al invento de las estufas eléctricas, sus predecesoras inmediatas. El inventor inglés Benjamin Thompson, diseñó su "estufa de Rumford" alrededor de 1800. Esta estufa es mucho más eficiente energéticamente que las anteriores.
Su funcionamiento es sencillo: utilizaba un fuego para calentar varios botes, que se colgaban en la parte superior de la estufa y se calentaban desde todos los lados, en lugar de sólo desde la parte inferior. Sin embargo, esta estufa fue diseñada para grandes cocinas y resultaba demasiado grande para el uso doméstico.
La "estufa Oberlin" supuso un refinamiento de esta técnica que dio lugar a una necesaria reducción de tamaño. Fue patentada en los EE.UU. en 1834 y se convirtió en un éxito comercial, con unas 90.000 unidades vendidas en los siguientes 30 años. Estas estufas todavía funcionaban con madera o carbón.
Aunque los primeros faroles de gas se instalaron en París, Londres y Berlín a principios de la década de 1820 y la primera patente de Estados Unidos en una estufa de gas fue concedida en 1825, no fue hasta finales del siglo XIX que el uso gas para la iluminación y la cocina de gas pasó a convertirse en algo habitual en las zonas urbanas.
Fuente: Mª José – Dit i fet - Directo al paladar
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